Usermontu fue un sacerdote que vivió en el Egipto de los
faraones y al que la fama le ha llegado 2600 años después de su muerte, y
todo gracias a una prótesis que se le implantó junto a una rótula. Se
trata de un artefacto que desafía nuestros actuales conocimientos sobre
la capacidad técnica de los egipcios. Es un largo tornillo, de 22
centímetros de longitud, que une el fémur con la parte inferior de la
pierna, facilitando el movimiento de flexión como si se tratase de una
moderna operación de traumatología.
El descubrimiento fue realizado por el doctor Wilfred Griggs, al
frente de un equipo de la Universidad Brigham Young, mientras realizaba
un estudio del ADN de seis momias egipcias pertenecientes a un museo
californiano. En una prueba rutinaria con rayos X observaron que en una
de la momias, la del mencionado sacerdote Usermontu, había un objeto
alargado en su pierna. Según este investigador, en un primer momento
pensaron que debía ser el resultado de un reciente intento de reparar la
momia, pero un detallado estudio del artefacto no dejó dudas: era
originario del antiguo Egipto.
Un posterior análisis del tornillo muestra sorprendentes
detalles del conocimiento médico de esta antiquísima cultura. Esta
prueba nos proporciona la evidencia de que conocían el empleo de los
bordes de la rosca del tornillo para estabilizar la rotación de la
pierna. Se trata de una técnica que se ignoraba que formase parte del
saber antiguo. El artefacto en cuestión parece haber sido cuidadosamente
realizado, pues, según ha declarado el doctor Richard Jackson, cirujano
ortopédico deportivo de la mencionada universidad, “el tornillo fue
construido con notable conocimiento biomecánico, hasta el punto que en
la actualidad todavía podríamos utilizarlo para fijar y estabilizar un
hueso”.
Una cuestión que todavía queda por resolver es si el implante
del tornillo se realizó en vida del sacerdote o, por el contrario, se
trató de una operación póstuma con objeto de preparar al cadáver para el
tránsito hacia el más allá. Jackson cree más probable que el autor de
la sofisticada operación fuera un embalsamador, aunque es sólo una
conjetura. La creencia de los egipcios en una vida después de la muerte,
en la que conservarían los mismo atributos que en vida, y para la que
habría que preparase momificando los cuerpos, apoyaría la idea de que se
reparase el cadáver del sacerdote lisiado.
Este descubrimiento es sólo una pieza más del enorme abanico de
herramientas que apuntan a que la sabiduría y la técnica de las antiguas
civilizaciones, particularmente la egipcia, era muy superior a lo que
la arqueología actual sostiene.
Objetos considerados poco menos que imposibles, como piezas de
aluminio que necesariamente debieron fabricarse con un proceso de
electrolisis varios miles de años antes de que la electricidad fuese
descubierta oficialmente, restos de lo que parecen pilas, aleaciones de
hierro inoxidables o piedras talladas con una precisión tal que apenas
podríamos reproducirlas hoy día con las más avanzadas técnicas. Las
piezas imposibles continúan desafiando con su presencia la cronología
oficial de los avances científicos de la humanidad.
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